Navigation
Revista Filipina, Segunda Etapa. Revista semestral de lengua y literatura hispanofilipina.
Primavera 2015, Vol. 2, N
úm. 2

RESEÑAS
PDF: Mariano Franco: El español de Filipinas…
PDF: Revista Filipina–Primavera 2015


Mariano Franco Figueroa,
El español de Filipinas. Documentos coloniales,
Cádiz, Universidad de Cádiz, 2013, 266 pp.
[ISBN: 978-84-9828-445-4]



Nos encontramos ante un magnífico libro que se presenta dentro de la escasa bibliografía sobre la historia de la lengua española en Filipinas como un verdadero regalo. Un regalo porque no sólo recopila, transcribe y reproduce una cantidad notable de valiosos textos históricos, sino porque añade un meticuloso estudio sobre las características de la lengua de estos “documentos coloniales”. En efecto, la obra transcribe un total de sesenta y un manuscritos (cincuenta y siete documentos, relaciones y cartas, y cuatro descripciones de mapas) recopilados desde los fondos del Archivo General de Indias de Sevilla, de las secciones de Filipinas y Patronato, comprendidos entre los años 1567 al 1773, la mayoría escritos en el archipiélago y todos concernientes a temas filipinos. Entre los documentos transcritos se encuentran las cartas al Rey de Miguel López de Legazpi de 23 de julio de 1567 y 25 de julio de 1570, los cuatro valiosos folios de la relación de Maldonado de 1572, cartas de los gobernadores Guido de Lavezares, Francisco de Sande, Gonzalo y Diego Ronquillo, Manrique de Lara entre otros, la carta del indio pampango Juan de Manila en torno a 1585, y un conjunto relevante de correspondencia privada, asuntos eclesiásticos y logísticos. Se trata de la primera vez que se transcriben muchos de los documentos, documentos que quizá para otros fines hubieran suscitado poco interés y hubieran quedado sin publicar dentro del inmenso fondo sevillano. Para los estudios filipinos esta recopilación documental supone por sí misma una significativa contribución al conocimiento de los fondos del Archivo de Indias concernientes a Filipinas, y una fuente para examinar el contenido de estos textos, ya no sólo con fines lingüísticos, sino también históricos.
      Los documentos se identifican en el cuerpo del trabajo con números romanos, y se añade una lista final en números arábigos con la sección y signatura del archivo. La intervención textual que se realiza ―dados los fines lingüísticos que se persiguen como ejemplos de lengua― es lo menos agresiva posible. Se reconstruyen las abreviaturas, se anota y separa el cambio de folio, se indica con barra y número arábigo volado los cambios de renglón, se añaden las tildes gráficas necesarias, pero se respeta de forma absoluta la ortografía textual, sin separar por ejemplo contracciones o reducir duplicaciones. Todo lo cual supone de nuevo una gozada para realizar una lectura filológica, ya que una transcripción histórica hubiera seguramente sido menos escrupulosa con la ortografía original. Sólo se reproducen en imágenes los originales del Bocabulario de la Lengua Castellana en Idioma Calamiano, y planos de Zamboanga, el castillo de Santiago y Manila de comienzos del siglo XVIII.
      Con este material documental se realiza el estudio lingüístico de la lengua española en Filipinas durante el primer periodo colonial, desde el momento de la conquista hasta mediados del siglo XVIII. Una premisa sin duda valiosa a la hora de acometer el estudio es la consigna de determinar los procesos que permiten la dialectalización de una variante propia de español filipino desde los primeros momentos. Se trata de un apriorismo acertado ya que permite, a través de la comprobación textual, contrastar la variación respecto a la norma y establecer los elementos del español que se exportó al archipiélago y, en este sentido, de dónde se exportó. De ahí que también sea un apriorismo acertado suponer que el aporte americano se constituya decisivo en el nacimiento y desarrollo de una variante filipina propia de español. Este argumento será estudiado en los capítulos II y III (“La base americana del español de Filipinas”, y “Trasvase americano y peculiaridad filipina”, respectivamente), comprobando por medio de la documentación todas las características lingüísticas de ese primer español que se reproduce en las fuentes filipinas, en los sistemas fonético, gramatical y léxico. Finalmente, tras describir la naturaleza social e histórica de los manuscritos que se transcriben, se estudia de forma exhaustiva todos los detalles lingüísticos que determinan una incipiente variedad filipina de la lengua: ortografía, fonética, dialectalismo, usos gramaticales, léxico y construcción del discurso. Así pues, como obra filológica el volumen resulta impecable y una verdadera herramienta para seguir estudiando el proceso histórico del español en un lugar sin duda estratégico para la lengua como el archipiélago asiático de Filipinas.
      Como conclusión general, la obra plantea la formación incipiente de una variedad propia de español en Filipinas en su norma culta, denominando correctamente y sin ambages el proceso lingüístico como dialectalización (“Suele utilizarse más la expresión español en Filipinas que la especificación de dialecto filipino, quizás a causa de su indiscutible origen americano y de su brusca interrupción histórica”), fenómeno independiente de la criollización que se desarrolla como instrumento de comunicación inmediata (“La dificultad del entendimiento en las distintas regiones genera el uso de modelos lingüísticos criollos, como sucede con el empleo del chabacano o zamboangueño, extendido por el sur, en algunas provincias de Mindanao, aunque también se encuentra en ciudades de Luzón”). Pero se afirma también incuestionablemente la unidad formal de la variedad lingüística filipina a pesar de su multitud de orígenes, aunque predominantemente novohispano (“Nuestros datos documentales confirman la existencia de este dialecto, que no contradice su conexión lingüística con la lengua de la que procede y que manifiesta en su variedad intrínseca las diferentes normas que lo configuran”). Tendríamos por lo tanto una multitud de variantes que se exportan al archipiélago, como diversa era su población hispanohablante, procedente de prácticamente todos los rincones peninsulares además de americanos, insulares y algún africano, como el primer adelantado de Mindanao, Esteban Rodríguez de Figueroa.
      La obra por lo tanto esclarece con datos concretos la multiplicidad de normas que forjaron una incipiente variedad de español en el archipiélago filipino, con especial predominio del español novohispano, al menos hasta comienzos del siglo XVIII. Sin embargo, después de esta primera etapa la historia del español en Filipinas pasa por otras etapas traumáticas que difícilmente tienen correlación en otros dominios de la lengua, remarcando la singularidad filipina. En efecto, la independencia de las repúblicas americanas, y especialmente de México, causan que directamente y desde puertos peninsulares, sobre todo Cádiz y Barcelona, se conecte Filipinas con España. La expansión que la lengua tiene a finales del siglo XIX, hace que en muchos aspectos, el español que luego hablen los filipinos ilustrados tenga una indudable cercanía a la norma peninsular. Finalmente, la intervención norteamericana causará un verdadero trastorno en el desarrollo natural de la lengua, afectando incluso a su supervivencia, a la cual estamos asistiendo con la desaparición de las últimas generaciones que tenían el español como lengua materna, surgiendo nuevos filipinos que, o bien hablan español aunque ya lo han sustituido como lengua materna, o lo aprenden como lengua internacional.
      Así pues, la magnífica obra de Mariano Franco ilustra un periodo complejo de la lengua en Filipinas del que muy poco se había escrito hasta ahora. Sirva como modelo para estudiar las posteriores transformaciones de los siglos XIX y XX.
Stacks Image 600
  
Stacks Image 603